Se trata de una talla románica ejecutada en madera de cedro,
que, según una antigua leyenda, fue encontrada por un pastor de nombre Gil
Cordero, vecino de Cáceres, a quien se le apareció junto al río Guadalupe, del
que tomó nombre tanto el pueblo como la Virgen.
Mide 59 cm y pesa 4
kg (la escultura completa) y tiene el rostro negro, como su propia madera
indica. El niño que tiene en sus brazos mide 23 cm y pesa 200 g, la mano
derecha es de plata del siglo XVI.
El niño es del mismo estilo románico, presenta una mano
derecha en plata tras haber pasado por un proceso de restauración. Sus medidas
son 23 cm. de alto y pesa unos 200 gr. Toda la imagen presenta la poca
expresividad característica del románico. El
Niño pende de un anillo sujeto a los vestidos de su madre.
Igualmente
realizada en madera, de él, lo mismo que la Virgen, solo se aprecia su rostro
(modelado en pasta) y su pequeña mano derecha que está en actitud de bendición.
La mano del, Niño sin embargo, esta efectuada en plata.
La talla se asignó inicialmente al grupo de Vírgenes negras
de Europa occidental de los s. XI y XII. Desde el s. XIV aparece vestida con
ricos mantos y joyas, dándole ese carácter triangular que la caracteriza.
Sobre sus orígenes se han dicho muchas cosas, e incluso se
la vincula a San Lucas, quien pudiera
ser su autor o propietario. Dice la leyenda que, muerto el evangelista, en el
siglo I en Acaya (Asia Menor), la imagen fue enterrada junto al Apóstol y
trasladada con él en el s. IV a Constantinopla y posteriormente a Roma.
Finalmente, la imagen llegó hasta la península Ibérica gracias a la amistad del
Papa Gregorio Magno con el Arzobispo de Sevilla. En el 711 llegaron a esta
ciudad los musulmanes y los clérigos huyeron llevándose con ellos la talla
escondiéndola en las márgenes del Río Guadalupe, cerca de la falda sur de los
Montes de Altamira, próximos a las Villuercas. Su reaparición se produjo con la
Reconquista, a finales del s. XIII ó primeros años del s. XIV.
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