ATALAYA

domingo, 17 de febrero de 2013

La virgen de Guadalupe.



Se trata de una talla románica ejecutada en madera de cedro, que, según una antigua leyenda, fue encontrada por un pastor de nombre Gil Cordero, vecino de Cáceres, a quien se le apareció junto al río Guadalupe, del que tomó nombre tanto el pueblo como la Virgen.

Mide 59 cm y pesa 4 kg (la escultura completa) y tiene el rostro negro, como su propia madera indica. El niño que tiene en sus brazos mide 23 cm y pesa 200 g, la mano derecha es de plata del siglo XVI.

El niño es del mismo estilo románico, presenta una mano derecha en plata tras haber pasado por un proceso de restauración. Sus medidas son 23 cm. de alto y pesa unos 200 gr. Toda la imagen presenta la poca expresividad característica del románico. El  Niño pende de un anillo sujeto a los vestidos de su madre. 
Igualmente realizada en madera, de él, lo mismo que la Virgen, solo se aprecia su rostro (modelado en pasta) y su pequeña mano derecha que está en actitud de bendición. La mano del, Niño sin embargo, esta efectuada en plata.

La talla se asignó inicialmente al grupo de Vírgenes negras de Europa occidental de los s. XI y XII. Desde el s. XIV aparece vestida con ricos mantos y joyas, dándole ese carácter triangular que la caracteriza.

Sobre sus orígenes se han dicho muchas cosas, e incluso se la vincula a  San Lucas, quien pudiera ser su autor o propietario. Dice la leyenda que, muerto el evangelista, en el siglo I en Acaya (Asia Menor), la imagen fue enterrada junto al Apóstol y trasladada con él en el s. IV a Constantinopla y posteriormente a Roma. Finalmente, la imagen llegó hasta la península Ibérica gracias a la amistad del Papa Gregorio Magno con el Arzobispo de Sevilla. En el 711 llegaron a esta ciudad los musulmanes y los clérigos huyeron llevándose con ellos la talla escondiéndola en las márgenes del Río Guadalupe, cerca de la falda sur de los Montes de Altamira, próximos a las Villuercas. Su reaparición se produjo con la Reconquista, a finales del s. XIII ó primeros años del s. XIV.

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